La bella historia de la advocación de una Virgen
Su denominación tiene origen en un hermoso hecho sucedido en la Semana Santa de 1925 y que ya forman parte de la historia de las cofradías malagueñas. De este hecho da cuenta, con una poética descripción la historiadora cofrade Dolores Carrera, en su libro Anécdotas y curiosidades de la Semana Santa malagueña:
“En el año 1925, al finalizar la procesión, y después de un maravilloso recorrido la Virgen había vuelto hasta su templo con una paloma blanca en sus manos. Alguien, durante la procesión le arrojó a la entonces Virgen de los Dolores, flores y palomas. Revolotearon éstas asustadas y tan solo una se posó a las manos de la Virgen, manos que esta Virgen llevaba cruzadas sobre su pecho. A pesar de las movidas del trono, de las subidas más o menos fuertes, de los vaivenes, la paloma no se separó ni un instante de sus manos y así continuó hasta la misma entrada de su templo, comentándolo todos los hermanos como hecho curioso. Tras regalar una nueva imagen el entusiasta cofrade don Antonio Domínguez Silva, la Hermandad quiere decidir de una vez el nombre que va a imponerle a la Virgen, ya que hasta en la misma Parroquia de San Juan hay una con la advocación de los Dolores. Se celebra una Junta para tratar tan importante asunto. Entre los asistentes se encuentra un joven, quien formula lo siguiente: Si la Virgen el año pasado entró a la Iglesia con una paloma en las manos, será que ella quiere llamarse así. ¿Por qué no la llamamos Paloma?. Y Paloma fue su nombre. Y fue también desde aquel instante luz y norte, dulzura y esperanza, amor y consuelo en los años de penas irremediables con que la vida azotó a veces al muchacho que le puso nombre con símbolo de paz a una Virgen que es orgullo de Málaga. Aquel muchacho era Miguel Hermoso Puertas, durante muchos años Hermano Mayor de la popular Cofradía.”
Con toda seguridad este relato, corroborado luego por determinados hermanos que en aquellos tiempos formaron parte de la Hermandad, se ajusta a la realidad. Fue en la Semana Santa de 1925, y a la primitiva imagen que dio culto nuestra Hermandad, llamada de los Dolores, a la que se le posó en su mano una paloma, un suceso que no pasó desapercibido para los hermanos y directivos de entonces y que fue la base que inspiró para dar nombre a la nueva advocación de la Virgen.
Lo que en aquel ya lejano 1925 sucedió de forma imprevista (lanzarle palomas a la Virgen) se ha convertido en una tradición que se repite cada Miércoles Santo. Horas antes de que salga la procesión, la Cofradía reparte centenares de palomas que, luego por la noche, son arrojadas cuando pasa el majestuoso trono sobre el que va la Virgen. Y de este modo, cada año, muchos devotos de María Santísima de la Paloma confían en que se vuelva a repetir aquel hermoso suceso acaecido.
La talla de la Virgen de La Paloma
La imagen de la Virgen de la Paloma es una talla de candelero obra del imaginero sevillano, Luís Álvarez Duarte, que la realizó en madera de ciprés en 1970. Fue bendecida en su antigua sede, la Parroquia de S. Juan Bautista de nuestra ciudad, en una solemne función religiosa el día 20 de Febrero del año 1971.
María Santísima de la Paloma es una de las dolorosas más queridas y veneradas en nuestra Ciudad. Admirada por su bello rostro del que destacan especialmente sus ojos verdes, que por encargo, el autor, Luís Álvarez Duarte, supo plasmar. Estéticamente la talla, forma parte a la perfección con el canon de belleza creado por el imaginero en su primera etapa. Responde a una mujer joven, muy del gusto del pueblo andaluz que el propio autor definiría como de “una atrevida belleza”.
En su mano izquierda sostiene una paloma de plata policromada obra del orfebre sevillano Jesús Domínguez. Sobre su cabeza lleva una corona de plata de ley sobredorada con aplicaciones de marfil y pedrería, obra también del mismo orfebre.
La Paloma, es sin duda, una de las Vírgenes con más arraigo popular, y eso se escenifica con claridad a su paso por la calles del centro de Málaga en la tarde-noche del Miércoles Santo. Son momentos en que la gente se agolpa y la espera en pie para rezarle, aplaudirla y vitorearla.