Francisco de Paula González Garrido
vestidor del Señor de La Puente – Licenciado en Hª del Arte


[fusion_dropcap boxed=»no» boxed_radius=»» class=»» id=»» color=»#1f2537″]L[/fusion_dropcap]a Estación de Penitencia en la Semana Santa es el acto religioso más importante como expresión popular rememorativa de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Las Hermandades y Cofradías, fieles a la tradición cristiana del culto a las imágenes, tratan de acercar el misterio de Dios a los hombres por medio de estas catequesis plásticas, atrayendo al fiel para su conversión.

Sin embargo, es necesario que estas representaciones plásticas de la divinidad, respondan a unos criterios simbólicos respaldados por la historia, con un código lingüístico de signos convencionales que sean fácilmente reconocidos por el creyente. Se deben, por tanto, disponer en torno a una composición correcta que mediante este carácter “parlante” contribuya a incrementar la atención del devoto. Por tanto, la disposición de las imágenes en las andas procesionales denominadas popularmente pasos o tronos, responden al carácter divino que representan. Su correcta ordenación plástica contribuye al entendimiento del espectador del misterio aludido, constituyendo un mecanismo indispensable para su acertada interpretación. De esta forma, los simulacros sagrados se adecuan al papel de “médium” como método de acercamiento al fiel, para transmitirle creencias inmateriales unidas a una imagen real y palpable, a manera de instrumentos adecuados para su evangelización.
Los pasos de misterio, entendidos como conjuntos de varias figuras que representan una determinada escena de la Pasión, que habían aparecido tímidamente en el último tercio del siglo XVI, comienzan a hacerse frecuentes a lo largo de la primera mitad de la centuria siguiente. Es
en estas fechas cuando se funda la Hermandad de la Puente del Cedrón, lo que trajo consigo la creación de una aportación insólita al contexto de la iconografía cristiana y de la Historia del Arte en general, al acuñarse un motivo sin precedentes ni consecuentes directos en los ciclos narrativos de la Pasión. El tema en cuestión, debe entenderse como la secuencia inmediata que marca la transición iconográfica entre el Ciclo del Prendimiento y la apertura del Proceso Civil y Religioso, al evocar el trágico retorno de Cristo a Jerusalén, después de su captura en el Huerto de los Olivos, empujado por sus verdugos a través de un puente sobre el curso del torrente Cedrón.

Dejando a un lado los referentes y antecedentes históricos, las sugestiones literarias o la exégesis mística que inspiraran a los hermanos fundadores, vamos a centrarnos en la instalación de las imágenes a lo largo de la historia hasta nuestros días. Debemos, por tanto, diferenciar dos modelos en la composición iconográfica del paso de la Puente del Cedrón. La primera etapa englobaría desde la fundación de la Hermandad hasta finales del siglo XVIII, donde el barroquismo dramático de la efigie cristífera era acompañada de figurantes vivientes. Y una segunda etapa,
iniciada aproximadamente a raíz de la invasión francesa cuando, en 1810, tras ser destruida la primitiva imagen titular, la Hermandad decide acompañar a la nueva efigie dos figurantes escultóricos. Siendo esta última la que perdura hasta la actualidad.

Como decimos, durante gran parte de los siglos XVII y XVIII, la iconografía del misterio de la Puente del Cedrón, estaba compuesta por el Cristo maniatado, alzado en solitario sobre un puentecillo en sus andas procesionales.
Alrededor de esto, todo un conjunto de figurantes secundarios vivientes trataban de rememorar la soldadesca romana y los sayones judíos mediante caretas y morriones, siguiendo la tradición teatral barroca asociada a los ceremoniales y dramas litúrgicos.

Debemos referenciar la auténtica sensación que, como nos referencia el Libro de Cuentas de la Hermandad, causaba entre el público el desfile de la popular y levantisca cuadrilla de judíos vivientes que escoltaban a la imagen del Cristo
de la Puente. Pero la interpretación definitiva del misterio de la Puente, se va a producir a raíz de la invasión francesa. Dejando de lado los hechos históricos que llevaron a la desaparición de estas representaciones vivientes, vamos a centrarnos en el análisis de la fijación escénica definitiva, casi sin cambios hasta nuestros días, del paso del
Cedrón.

El escultor Gutiérrez de León, otorga corporeidad escultórica al misterio situando, sobre un puente transversal de tres ojos como soporte, al Cristo en el punto más alto de la composición, maniatado y arrastrado por un sayón que tira de una soga mientras un soldado detrás, levanta el puño para fustigarlo.

Como indicábamos al inicio, esta sencilla composición, presenta ante la sociedad, sin terciar palabra, de una forma directa y clara, una catequesis plástica conseguida mediante la correcta disposición de las imágenes y tal
perfección estética que, como decimos, configuro de manera definitiva la iconografía de La Puente del Cedrón.

Tras la destrucción de las imágenes en los luctuosos acontecimientos de la Guerra Civil, el escultor granadino Navas Parejo se ciñó casi de manera fidedigna a la composición fijada por Gutiérrez de León. Únicamente debemos señalar
la colocación más real y menos forzada del puente en sentido longitudinal, desechando la transversal anterior, pero manteniendo la imagen del Cristo en el centro de la composición, de manera que se resaltaba aún más al aprovechar la elevación y bajada del puente para colocar las imágenes secundarias, que quedaban a un nivel inferior, conformando una composición piramidal.

Por último, debemos resaltar el cambio más significativo, que sería la ejecución de la nueva y definitiva imagen del Señor de la Puente del Cedrón. Con esta representación escultórica tallada por el profesor hispalense Juan Manuel
Miñarro, el misterio del paso del Cedrón alcanza una perfección estética sublime, acarreando al mismo tiempo una alteración conceptual del esquema diseñado en sus orígenes para la escena.

La soberana efigie, maniatada y en el centro de la composición, plantea un dinamismo itinerante en el movimiento, manteniendo al mismo tiempo el marcado clasicismo del naturalismo triunfante del Siglo de Oro español en clara revitalización contemporánea. Sin entrar en el análisis artístico en profundidad de la elegante figura del Nazareno del Cedrón, ni en su solemne y soberano rostro, solo diremos que este paso procesional es el vehículo perfecto por el
que se transmite la idea básica de la Hermandad, basada en el culto a Jesús y a María, así como la compasión ante la contemplación de los misterios de su Pasión, mediante la estación de penitencia como medio de exteriorizar nuestra fe cristiana mediante una actitud religiosa y reflexiva de los hermanos que participan en la comitiva.

A.M.D.G.

 

 


Bibliografía
•Archivo de la Hermandad de la Puente del Cedrón
•CASTÓN BOYER, P.: “La religiosidad tradicional en Andalucía.
Una aproximación Sociológica”, La religión en Andalucía.
Apriximación a la religiosidad popular. Col. Biblioteca de cultura
andaluza, nº37. Sevilla, 1985.
•FERNÁNDEZ BASURTE, F.: La procesión de Semana Santa en
la Málaga del siglo XVII, Málaga, Universidad, 1998.
•MARTÍN GUGLIELMINO, M.: “Reflexiones en torno a la difusión
del Patrimonio Histórico”, en Difusión del Patrimonio Histórico.
Ed. I.A.P.H. Sevilla, 1996.